-Pase más lento, don Alexis… Así capto mejor algunos detalles. Oiga, ¿a cuánto ha llegado en la recta?
La petición pregunta de Filip Quezada, director de mi programa de televisión Edición Limitada en el canal CDO, echa luz sobre Stinger, acaso el auto más emocional y distinto que ha fabricado Kia desde su vertiginosa irrupción en la escena del motor mundial.
Ir con el coche gris oscuro a unos 180 kilómetros por la pista del hoy Centro de Manejado Avanzado constituye un pedazo de dato. Claramente concebido bajo el gusto americano, este sedán deportivo se armó con motor de 3.3 litros en configuración V6 y tracción trasera además de integral, sin desconsiderar los 375 caballos de fuerza…
Si bien no lo veo compitiendo con los clásicos americanos, sí conlleva una propuesta que toma algunas recetas de modelos como el Camaro, el Mustang o el Challenger, tanto que estos muchachos deben haberse mirado y dicho: “Algo está pasando en el barrio, amigos…”. Cómo no, si el escenario de estreno mundial fue precisamente el Salón del Automóvil de Detroit 2017. Estuve allí ese día por mi trabajo y el ambiente de mezcla entre fiesta y orgullo se sentía en el stand coreano instalado en la meca del motor gringo.
Nada de extraño hasta acá, considerando los vínculos norteamericanos de la marca, con sus centros de diseño y fábrica en la tierra de John Wayne. Y no nos olvidemos que, a punta de organización y calidad de sus productos, fue Kia, además de Subaru, la firma que mejor sorteó la debacle económica desatada tras el reventón de la tristemente célebre burbuja inmobiliaria de Estados Unidos.
Cuando hablo de una “irrupción vertiginosa” en el universo automotor, acaso sea el nombre de Kia la primera idea y más exacta que se me viene al seso. Cuando exploraba los límites del Stinger con tracción integral en el CMA de Las Vizcachas, la calidad de sus materiales, sus apartados de confort y seguridad, mi máquina del tiempo viajó tan veloz como el mismísimo Stinger a mediados de los 90 (sopesen que nuestro Stinger tiene una máxima de 270 km/hora…).
Es 1996 y trabajo como periodista en el diario La Tercera. Una mañana, un pequeño revuelo se tomó nuestra sección: mis compañeros abrazaban y felicitaban a Lorelei, nuestra diseñadora. ¿El motivo? Su auto nuevo. “¿Y qué modelo?”, me apuré en averiguar: un Pop. Aquel pequeño, muy tuyo y alegre citycar que prometía ser tu compañero en todas. Tanto que su pícaro eslogan rezaba: “El Pop no se presta”. Era chico, pero monono. El de Lorelei era azul claro con toques de pegatinas lila y celeste, motor enano, no andaba muy rápido en la carretera pero la ciudad se la devoraba y el consumo, pecado no absuelto del todo por la marca hasta nuestros días, nada mal, aunque por la pinta y tamaño la diseñadora siempre se quejó de que pensaba que era más eficiente, pero que tampoco estaba mal…
Entre aquel espartano Pop y el poderoso Stinger, ocurre algo veloz, maravilloso, para el aplauso. Yo creo que se produce la revolución Kia. Ya algunos autos de pasajeros de alcance masivo insinuaban algo bueno, como el Rio o el Sephia. Tanto me convenció el Rio, que en 2000 me compré uno y fue mi primer cero kilómetro. Claro, las ganas pudieron más que los precios más altos, así que renuncié al aire acondicionado y los alzavidros eléctricos con tal de llegar a casa con el cuatro puertas que copaba los anuncios publicitarios junto con la llegada del nuevo milenio.
De ahí en adelante, la racha de victorias: asoma el Sorento, con guiños de lujo evidente para comenzar a vivir el momento más triunfador del formato del motor: el del SUV familiar con carrocería todoterreno. Por cierto, también había Sorento con tracción integral. Y si de aciertos se trata, ocurre el más decisivo: la llegada de Peter Schreyer como jefe de diseño mundial de la casa coreana. ¿No le suena? ¿Le suena Audi o su modelo deportivo Audi TT? Bueno, este señor que conozco y con quien hasta almorcé una vez en Fráncfort en un viaje junto a marca, se convirtió en el ingrediente mágico que catapulta a Kia definitivamente a las grandes ligas.
Es cosa de mirar y palpar hoy la gama. El mismo Rio actual, el Cerato, el Optima, la Carnival. Son verdaderas joyitas. ¿Y el Stinger? Este coche que da una suerte de bramido en aceleraciones furibundas, es la consecuencia de todo lo que parte, hace muy poco, con aquel pequeñito noventero. El Pop no se presta; el Stinger, menos. Bueno, a nuestra pareja, sí, pero de ahí no sale. Tremendo auto que, por su espíritu y razón de ser tan única, me encantaría verlo atreverse con colores más jugados: el que probé en Chile, era gris… OK, somos Chile. El que anduve en Madrid, en agosto de este año, no era amarillo, sino que amarillazo… y con asientos de cuero rojo. ¡Vamos que se puede!
Por Alexis Cares